jueves, 27 de marzo de 2008

UNA MIRADA HACIA EL OESTE

QUERIDO AARÓN SORKIN

Por Magdalena González

Debo de ser un poco rarita. Conozco a pocas personas que disfruten con las maravillosas creaciones de Aarón Sorkin, las series de televisión El Ala Oeste de la Casa Blanca y Studio 60. Pues bien, el sábado pasado se me salían las lágrimas viendo el episodio del Ala Oeste. Me dirán ustedes que soy un poco mema. Si. Puede, pero les cuento.

En esta sexta y última temporada, los personajes se “recolocan” ante la imposibilidad de un tercer mandato del presidente de cuyo equipo forman parte. Es momento de primarias en el partido demócrata y unos apuestan por la candidatura del vicepresidente, otros del ex vicepresidente, y así. Pero uno de los protagonistas, Josh Liman, dedica su esfuerzo y su tiempo a un congresista hispano que, en su opinión, es digno de ocupar el Despacho Oval. Hasta ahí todo bien. Incluso aparece un divertido Alan Alda como republicano progre. Perfecto.

El principal caballo de batalla del candidato Santos (así se llama el personaje), es aumentar las horas lectivas y crear un gran pacto en educación pública, apostando por la calidad, el esfuerzo y el reconocimiento al personal docente. Y eso inmerso entre otras medidas cargadas de sensatez, como por ejemplo, dejar de subvencionar determinadas políticas agrícolas inviables económicamente. ¿Les suena?

Dentro del partido demócrata hay otras seis candidaturas. Las que disponen de medios, dinero y más probabilidades de salir son las de los dos vicepresidentes (uno on y otro off). Y precisamente a esos candidatos son los que más miman los medios. Y (oh, cielos, ahora llegamos al busilis de la cuestión), un influyente medio periodístico les propone un debate entre ellos dos. Obviando, por supuesto a los cinco demócratas restantes que tienen todo el derecho del mundo a probar suerte en las durísimas primarias.

Sin dinero, sin medios, sin recursos, pero con la razón, la mesura y un buen programa electoral, ¿qué hacen nuestros protagonistas?: pues organizar un debate paralelo a la misma hora y en la misma ciudad entre los no invitados. Organizarlo como un verdadero debate, es decir, con periodistas preguntando y políticos respondiendo. Lógicamente los dos candidatos “principales” se ven obligados a abandonar el primero y acudir al que admite la concurrencia de todos los elegibles.

Ya sé, es una peli. Y al final los buenos son los buenos y los malos regulares. Pero ahí está. La exaltación a los orígenes de la democracia hecha de una forma inteligente, simple, llana.

Y me he acordado de Albert Rivera exponiendo nuestro programa electoral ante una cámara en la calle. Respondiendo preguntas que no le hacían a él porque expresamente se le había excluido del debate de TV3. Como si Ciudadanos no fuese una opción tan válida como otra cualquiera. Tan válida, si. Pero sin influencias ni dinero.

Y me he acordado de las dos soporíferas sesiones en las que Rajoy y Rodríguez contaban cada uno su rollo, sobre temas cerrados previamente para que no hubiese ni sobresaltos ni indiscreciones. Y nos han vuelto a tratar a los electores como a adultos inmaduros. Y no han dejado hablar a nadie más. Sólo dos para 350 escaños.

Y viendo la peli, he pensado que la democracia es cosa de todos. Que nuestro esfuerzo no sólo debe dirigirse en tener un buen resultado electoral (para eso somos un partido ¿no?), sino que también es importante respetar y que te respeten, oír y ser oído. Señores, hace falta arrojo y valentía para salir ahí fuera a luchar contra los leones. Por lo menos, démosles una oportunidad.

Gracias Aarón. Gracias a los pocos medios que han confiado en Ciudadanos. Gracias a los ciudadanos que han confiado en nosotros. Seguimos aquí.