Por su interés ,como se decía antes, nos permitimos insertar este texto ya publicado en el suplemento " EL SEMANAL":
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
Cortos de razones, largos de espada
Eres joven y guipuzcoano, según deduzco por tu carta y el remite. Escribes como lector reciente de la última aventura de nuestro amigo Alatriste, contándome que es el primer libro de la serie que cae en tus manos. Te ha gustado mucho, dices, excepto el hecho «poco riguroso» y «poco creíble» de que una galera española estuviera tripulada por soldados vizcaínos que combatían al grito de Cierra, España; en referencia a la Caridad Negra, que en los últimos capítulos combate a los turcos, en las bocas de Escanderlu, llevando a bordo a la compañía del capitán Machín de Gorostiola. Y añades, joven amigo –lo de joven es importante–, que eso no disminuye tu entusiasmo por la historia que has leído; pero que el episodio de los vizcaínos te chirría, pues parece forzado. «Metido con calzador –son tus palabras– para demostrar que los vascos (y no los vascongados, don Arturo) estábamos perfectamente integrados en las fuerzas armadas españolas, lo que no era del todo cierto.» Son las siete últimas palabras del párrafo anterior las que me hacen, hoy, escribir sobre esto; la triste certeza de que realmente crees en lo que dices. Te gusta la novela, pero lamentas que el autor haga trampas con la Historia real; la auténtica Historia que –eso no lo cuentas, pero se deduce– te enseñaron en el colegio. Así que, con buena voluntad y con el deseo de que yo no cometa errores en futuras entregas, me corriges. Debería, a cambio, escribirte una carta con mi versión del asunto. El problema es que nunca contesto el correo. No tengo tiempo, y lo siento. Esta página, sin embargo, no es mala solución. La lee gente, y así quizá evite otras cartas como la tuya. De paso, extiendo mi respuesta a la cuadrilla de embusteros y sinvergüenzas de los sucesivos ministerios de Educación, de la consejería autonómica correspondiente, de los colegios o de donde sea, que son los verdaderos culpables de que a los diecisiete años, honrado lector, tengas –si me permites una expresión clásica– la picha histórica hecha un lío. Machín de Gorostiola es un personaje ficticio, como su compañía de infantería vizcaína. En efecto. Pero uno y otros deben mucho al capitán Machín de Munguía y a los soldados de su compañía, «la mayor parte vascongados», que, según una relación del siglo XVI conservada en el Museo Naval de Madrid, pelearon como fieras durante todo un día contra tres galeras turcas, en La Prevesa. En cuanto a lo de Cierra, España, ni es consigna franquista ni del Capitán Trueno. Quien conoce los textos de la época sabe que, durante siglos, ése fue usual grito de ataque de la infantería española –en su tiempo la más fiel, sufrida y temible de Europa–, que en gran número, además de soldados castellanos y de otras regiones, estaba formada por vizcaínos; pues así, vizcaínos, solía llamarse entonces a los vascos en general, «a veces cortos de razones pero siempre largos de bolsa y espada». Y guste o no a quien manipuló tus libros escolares, amigo mío, con sus nombres están hechas las viejas relaciones militares, de Flandes a Berbería, de las Indias a la costa turca. Los oprimidos vascos fuisteis –extraño síndrome de Estocolmo, el vuestro– protagonistas de todas las empresas españolas por tierra y mar desde el siglo XV en adelante. Ése fue, entre otros muchos, el caso de los capitanes de galeras Iñigo de Urquiza, Juan Lezcano y Felipe Martínez de Echevarría, del almirante Antonio de Oquendo, su padre y su hijo Miguel, o de tantos otros embarcados en las galeras del Mediterráneo o en la empresa de Inglaterra. Las relaciones de Ibarra, Bentivoglio, Benavides, Villalobos o Coloma sobre las guerras del Palatinado y Flandes, los asedios, los asaltos con el agua por la cintura, las matanzas y las hazañas, las victorias y las derrotas, hasta Rocroi y más allá incluso, están salpicadas de tales apellidos, sin olvidar las guerras de Italia: en Pavía, por ejemplo, un rey francés fue capturado por un humilde soldado de Hernani, en el curso de una acción sostenida por tenaces arcabuceros vascos. Y te doy mi palabra de honor de que aquel día todos gritaron, hasta enronquecer, Cierra, España: voz que, en realidad, no tenía significado ideológico alguno. Sólo era un modo de animarse unos a otros –eran tiempos duros– diciéndole al enemigo de entonces, fuera el que fuera: Cuidado, que ataca España. Así que ya ves, amigo mío. No inventé nada. El único invento es el negocio perverso de quienes te niegan y escamotean la verdadera Historia: la de tu patria vasca –«La gente más antigua, noble y limpia de toda España», escribía en 1606 el malagueño Bernardo de Alderete– y la de la otra, la grande y vieja. La común. La tuya y la mía.
viernes, 18 de enero de 2008
UN PARTIDO PARA LAS PERSONAS
CIUDADANOS-PARTIDO DE LA CIUDADANÍA
Cuando se fundó Ciudadanos, muchos intuimos que este proyecto recogía los anhelos y las esperanzas frustradas de un número cada vez mayor de personas que denostaban la profesión del político, como si de un apestado se tratase, hartos de que antepusiesen siempre sus intereses personales a los colectivos.
Pues bien. Ciudadanos plantea una tercera vía en la que lo importante son los intereses de los ciudadanos frente a los intereses personales y de partido. Su objetivo es dar voz a las preocupaciones e inquietudes de la gente y a hablar de sus problemas reales. Nuestro programa político no lo han hecho personajes venidos de otras dimensiones. Somos nosotros, nuestros foros, nuestras colaboraciones, los que estamos día a día con los pies en la tierra, los que ayudamos a poner en blanco sobre negro lo que deseamos sea el futuro inmediato de nuestro país.
Somos conscientes de que el camino es largo y difícil. Pero había que dar el primer paso en un momento u otro, y ese momento ha llegado. En política, como debe de ser, anteponemos la razón al corazón. El corazón lo ponemos en el trato con nuestros compañeros y el sentimiento de hacernos eco de lo que pasa por la calle, para llegar a ser los mejores voceros de lo nuestra gente.
Nuestra carta política es la siguiente:
Creemos en la igualdad de derechos y deberes para todos los ciudadanos. Nos proponemos avanzar en las libertades individuales como pilares básicos para construir una sociedad avanzada y progresista.
Consideramos fundamental el tener un modelo educativo de calidad, común y consensuado. Que perviva al signo político de cada momento.
Creemos en un modelo de Estado basado en las Autonomías. Pero el sistema debe de estar fundamentado en la eficacia y en la igualdad para todos los ciudadanos, no en políticas miopes que únicamente buscan su propia supervivencia en el poder.
Regulación del sistema lingüístico. Que no suponga menoscabo de los derechos y de las obligaciones de los ciudadanos que vivan en una comunidad con dos lenguas oficiales.
Regular la libertad religiosa en equilibrio con el laicismo institucional.
No apoyar ni formar gobierno con aquellos partidos que hagan políticas nacionalistas. Creemos firmemente que el nacionalismo potencia las diferencias y crea situaciones de verdadera injusticia social.
Cuando se fundó Ciudadanos, muchos intuimos que este proyecto recogía los anhelos y las esperanzas frustradas de un número cada vez mayor de personas que denostaban la profesión del político, como si de un apestado se tratase, hartos de que antepusiesen siempre sus intereses personales a los colectivos.
Pues bien. Ciudadanos plantea una tercera vía en la que lo importante son los intereses de los ciudadanos frente a los intereses personales y de partido. Su objetivo es dar voz a las preocupaciones e inquietudes de la gente y a hablar de sus problemas reales. Nuestro programa político no lo han hecho personajes venidos de otras dimensiones. Somos nosotros, nuestros foros, nuestras colaboraciones, los que estamos día a día con los pies en la tierra, los que ayudamos a poner en blanco sobre negro lo que deseamos sea el futuro inmediato de nuestro país.
Somos conscientes de que el camino es largo y difícil. Pero había que dar el primer paso en un momento u otro, y ese momento ha llegado. En política, como debe de ser, anteponemos la razón al corazón. El corazón lo ponemos en el trato con nuestros compañeros y el sentimiento de hacernos eco de lo que pasa por la calle, para llegar a ser los mejores voceros de lo nuestra gente.
Nuestra carta política es la siguiente:
Creemos en la igualdad de derechos y deberes para todos los ciudadanos. Nos proponemos avanzar en las libertades individuales como pilares básicos para construir una sociedad avanzada y progresista.
Consideramos fundamental el tener un modelo educativo de calidad, común y consensuado. Que perviva al signo político de cada momento.
Creemos en un modelo de Estado basado en las Autonomías. Pero el sistema debe de estar fundamentado en la eficacia y en la igualdad para todos los ciudadanos, no en políticas miopes que únicamente buscan su propia supervivencia en el poder.
Regulación del sistema lingüístico. Que no suponga menoscabo de los derechos y de las obligaciones de los ciudadanos que vivan en una comunidad con dos lenguas oficiales.
Regular la libertad religiosa en equilibrio con el laicismo institucional.
No apoyar ni formar gobierno con aquellos partidos que hagan políticas nacionalistas. Creemos firmemente que el nacionalismo potencia las diferencias y crea situaciones de verdadera injusticia social.
jueves, 17 de enero de 2008
El don de la ubicuidad
EL DON DE LA UBICUIDAD
Por Magdalena González
Nuestro alcalde Juan Carlos Aparicio se presenta como número uno en las listas del PP al Congreso de los Diputados por Burgos. No nos engañemos. La probabilidad de que salga elegido es muy alta, por no decir que seguro conseguirá su acta de diputado.
Yo no sé ustedes, pero a mí me da que esto, o tiene trampa o tiene truco. Ser alcalde de una ciudad como Burgos exige unas buenas horas de trabajo y dedicación. No sólo para hacerse las fotos en las fiestas, recepciones, inauguraciones, etc (que también lleva su tiempo, no crean, -elegir corbata, peinarse, saber quién es quién-), sino que además seguro que la mesa del señor alcalde estará llenita de expedientes, informes, quejas y demás papeleo que hay que resolver diariamente y sobre las que tendrá que adoptar las decisiones que correspondan. Digo yo, ocho horitas diarias, debería de dedicar como mínimo. O al menos por esas cuarenta horas semanales cobra, como cualquier trabajador en este país que esté contratado a jornada completa. Ahora ya es senador, pero todos nos imaginamos que no es lo mismo: ni en repercusión mediática ni en presencia personal.
Pues bien. El señor Aparicio quiere ser el nuevo héroe del cómic hispano: “Aparicio-ubicuo”. Como el personaje Hiro Nakamura de la serie “Héroes”, ser capaz de teletransportase en el tiempo y en el espacio. No sólo le sobran horas para ser alcalde y presidente del PP en Burgos, sino que, además, su conciencia social y espíritu de sacrificio “le pide” ir al Congreso. Quizás a rememorar su época de ministro: asistir a los plenos, a jugosas comisiones y volver a subir a la tribuna de oradores a defender rígidas posturas, como aquella de la huelga general que le montaron los sindicatos en su etapa de ministro de trabajo.
Y todo eso a menos de ocho meses de haber pedido la confianza a los burgaleses para dirigir el Consistorio Municipal. Yo no le voté. Pero me gustaría saber cómo se sienten los votantes que le confiaron una gestión importante por cuatro años y ven que ya está cansado de estar en provincias. Que Madrid le llama y que sus ambiciones políticas son más importantes que el desengaño que provoca en aquellos que confiaron en él.
Madrid también ha estado a punto de perder un alcalde y una presidenta de la Comunidad en beneficio de la Cámara Baja. ¿Qué tendrá, señores, qué tendrá? Pero, al menos, ellos estaban dispuestos a dimitir de su puesto, no a compaginarlos. Una pena. No son héroes, como nuestro burgalés Aparicio-Hiro al que los Reyes Magos le han traído el don de la ubicuidad.
Por Magdalena González
Nuestro alcalde Juan Carlos Aparicio se presenta como número uno en las listas del PP al Congreso de los Diputados por Burgos. No nos engañemos. La probabilidad de que salga elegido es muy alta, por no decir que seguro conseguirá su acta de diputado.
Yo no sé ustedes, pero a mí me da que esto, o tiene trampa o tiene truco. Ser alcalde de una ciudad como Burgos exige unas buenas horas de trabajo y dedicación. No sólo para hacerse las fotos en las fiestas, recepciones, inauguraciones, etc (que también lleva su tiempo, no crean, -elegir corbata, peinarse, saber quién es quién-), sino que además seguro que la mesa del señor alcalde estará llenita de expedientes, informes, quejas y demás papeleo que hay que resolver diariamente y sobre las que tendrá que adoptar las decisiones que correspondan. Digo yo, ocho horitas diarias, debería de dedicar como mínimo. O al menos por esas cuarenta horas semanales cobra, como cualquier trabajador en este país que esté contratado a jornada completa. Ahora ya es senador, pero todos nos imaginamos que no es lo mismo: ni en repercusión mediática ni en presencia personal.
Pues bien. El señor Aparicio quiere ser el nuevo héroe del cómic hispano: “Aparicio-ubicuo”. Como el personaje Hiro Nakamura de la serie “Héroes”, ser capaz de teletransportase en el tiempo y en el espacio. No sólo le sobran horas para ser alcalde y presidente del PP en Burgos, sino que, además, su conciencia social y espíritu de sacrificio “le pide” ir al Congreso. Quizás a rememorar su época de ministro: asistir a los plenos, a jugosas comisiones y volver a subir a la tribuna de oradores a defender rígidas posturas, como aquella de la huelga general que le montaron los sindicatos en su etapa de ministro de trabajo.
Y todo eso a menos de ocho meses de haber pedido la confianza a los burgaleses para dirigir el Consistorio Municipal. Yo no le voté. Pero me gustaría saber cómo se sienten los votantes que le confiaron una gestión importante por cuatro años y ven que ya está cansado de estar en provincias. Que Madrid le llama y que sus ambiciones políticas son más importantes que el desengaño que provoca en aquellos que confiaron en él.
Madrid también ha estado a punto de perder un alcalde y una presidenta de la Comunidad en beneficio de la Cámara Baja. ¿Qué tendrá, señores, qué tendrá? Pero, al menos, ellos estaban dispuestos a dimitir de su puesto, no a compaginarlos. Una pena. No son héroes, como nuestro burgalés Aparicio-Hiro al que los Reyes Magos le han traído el don de la ubicuidad.
lunes, 14 de enero de 2008
El Obispillo y la Borriquita
Sólo en ciudades entrañables como la nuestra y en ámbitos tan fuera de tiempo como las tradiciones religiosas pueden seguir celebrándose ceremonias como la del obispillo de Burgos, su cortejo y sus bendiciones; como viene a coincidir con la fiesta de los Inocentes a nadie le sorprenderá ver a un niño difrazado de ! Obispo"; qué digo disfrazado, ejerciendo, tirando de hisopo y báculo mientras los dulzaineros tocan y los danzantes contratados desarrollan su jornada laboral.
Como una ficha rápida de nuestro pasado, la fiesta era medio pagana hasta la batalla de Lepanto más o menos; con las picas en Flandes y el Concilio de Trento tronando ortodoxia y Contrarreforma se prohibió la exhibición; un Arzobispo de los de verdad - el siempre añorado Pérez Platero para quien proletariado y pecado rimaban en asonante y consonante - la reinventó al tiempo que se construía el Polo de Desarrollo, eso sí, sin chanzas paganas ,y la adscribió al beatífico territorio de los niños cantores de la Catedral.
Pensando estábamos en Burgos en el "obispillo" cuando a otros obispos - y a sus greys respectivas - les dio por aparecerse en Madrid a tronar contra el laicismo y la vida disoluta de los españoles en general.
Los obispos y los seguidores de muralistas tienen todo el derecho a croar o mugir contra las dificultades crecientes para aumentar su negocio y llenar sus templos aquí y las filas del paraiso allá arriba. Lo raro sería que no defendieran lo suyo. Muy probablemente los obispos y cardenales saben que por cada proclama cantada y retrasmitida obtienen 2 abucheos por cada aplauso; cualquiera puede tildarles de lo que desee pero tontos no son. Es posible y legítimo que prefieran mantener a los fieles ( ojo al término, que se las trae) antes que favorecer la desmovilización y la tibieza de sus fieles delante de tanta tentación consumista y libertina.
Claro, la ceremonia de la Plaza de Colón es una verdadera bendición para el gobierno laico que tiene ahora un espantajo más para esgrimir y un acicate para que, desde la trinchera, Llamazares y la familia Bardem hagan el trabajo sucio con letras gruesas de modo que los amables antifranquistas de clase media y menos de 35 años voten otra vez socialista.
Resulta sin embargo deplorable cómo se ha presentado el tema en la prensa oficialista, en el ámbito del gobierno y del PSOE y de la masa compacta de la izquierda modelo Ikea más o menos anclada en el paleo Mayo del 68 ( quiero decir 1868).
Treinta años de democracia y más de 50 de desarrollo económico y cultural no han servido para variar ni uno sólo de los tópicos sobre la religión, el clero, las ideologías conservadoras...y todos los lugares comunes que ya eran viejos en el 68 ( 1868 el año de la Revolución Gloriosa, la que expulsó a los Borbones, la verdadera y única revolución nuestra, la que hizo la burguesía)
Creo que nos merecemos ya dar algún paso en la dirección del progreso, el progreso real, el que estamos construyendo cada día en todo, todos; no el fetiche, el término, el slogan...la propaganda sobre el progreso, vaya.
El ejercicio es sencillo: dejemos a los curas su negocio y los obispos sus saraos. Nosotros somos laicos, ellos llevan vestiduras amplias y pueden rasgárselas a gusto. Es mejor ocuparnos de las cosas reales y que nos importan; es de necios hablar sin parar de lo que otros - muchas veces necios- dicen, y que otros dicen que han dicho.
Veamos pues , queridos alumnos, pasar al Obispillo en su borriquita y concedámosles a ambos la mirada mitad mordaz mitad complaciente como corresponde a su inmensa ingenuidad. A quien tenéis miedo ??
Como una ficha rápida de nuestro pasado, la fiesta era medio pagana hasta la batalla de Lepanto más o menos; con las picas en Flandes y el Concilio de Trento tronando ortodoxia y Contrarreforma se prohibió la exhibición; un Arzobispo de los de verdad - el siempre añorado Pérez Platero para quien proletariado y pecado rimaban en asonante y consonante - la reinventó al tiempo que se construía el Polo de Desarrollo, eso sí, sin chanzas paganas ,y la adscribió al beatífico territorio de los niños cantores de la Catedral.
Pensando estábamos en Burgos en el "obispillo" cuando a otros obispos - y a sus greys respectivas - les dio por aparecerse en Madrid a tronar contra el laicismo y la vida disoluta de los españoles en general.
Los obispos y los seguidores de muralistas tienen todo el derecho a croar o mugir contra las dificultades crecientes para aumentar su negocio y llenar sus templos aquí y las filas del paraiso allá arriba. Lo raro sería que no defendieran lo suyo. Muy probablemente los obispos y cardenales saben que por cada proclama cantada y retrasmitida obtienen 2 abucheos por cada aplauso; cualquiera puede tildarles de lo que desee pero tontos no son. Es posible y legítimo que prefieran mantener a los fieles ( ojo al término, que se las trae) antes que favorecer la desmovilización y la tibieza de sus fieles delante de tanta tentación consumista y libertina.
Claro, la ceremonia de la Plaza de Colón es una verdadera bendición para el gobierno laico que tiene ahora un espantajo más para esgrimir y un acicate para que, desde la trinchera, Llamazares y la familia Bardem hagan el trabajo sucio con letras gruesas de modo que los amables antifranquistas de clase media y menos de 35 años voten otra vez socialista.
Resulta sin embargo deplorable cómo se ha presentado el tema en la prensa oficialista, en el ámbito del gobierno y del PSOE y de la masa compacta de la izquierda modelo Ikea más o menos anclada en el paleo Mayo del 68 ( quiero decir 1868).
Treinta años de democracia y más de 50 de desarrollo económico y cultural no han servido para variar ni uno sólo de los tópicos sobre la religión, el clero, las ideologías conservadoras...y todos los lugares comunes que ya eran viejos en el 68 ( 1868 el año de la Revolución Gloriosa, la que expulsó a los Borbones, la verdadera y única revolución nuestra, la que hizo la burguesía)
Creo que nos merecemos ya dar algún paso en la dirección del progreso, el progreso real, el que estamos construyendo cada día en todo, todos; no el fetiche, el término, el slogan...la propaganda sobre el progreso, vaya.
El ejercicio es sencillo: dejemos a los curas su negocio y los obispos sus saraos. Nosotros somos laicos, ellos llevan vestiduras amplias y pueden rasgárselas a gusto. Es mejor ocuparnos de las cosas reales y que nos importan; es de necios hablar sin parar de lo que otros - muchas veces necios- dicen, y que otros dicen que han dicho.
Veamos pues , queridos alumnos, pasar al Obispillo en su borriquita y concedámosles a ambos la mirada mitad mordaz mitad complaciente como corresponde a su inmensa ingenuidad. A quien tenéis miedo ??
TIEMPO DE REBAJAS
TENGO EL "CORASÓN PARTÍO"
Por Magdalena González
Cuando los dos partidos políticos mayoritarios se han puesto de acuerdo para eliminar el Impuesto sobre el Patrimonio, no he podido evitar acordarme de la famosa canción de Alejandro Sanz sobre el "corasón partío".
Siempre es una buena noticia para todos que se eliminen impuestos. Una parte de mi, se alegra. Sobre todo teniendo en cuenta el destino que nuestros dineros tienen últimamente. Como dice mi compañero de blog, estamos ahítos del abuso del tesoro público que hacen los partidos institucionales.
Pero otra parte lamenta que sea precisamente el Impuesto sobre el Patrimonio el que prometan suprimir.
Me explico. Cuando se creó este impuesto, con la primeras reformas fiscales de la democracia, se hizo para controlar los posibles dineros fraudulentos de los ciudadanos. La cuenta es fácil. Si parto de un patrimonio de 100 a 1 de enero y resulta que a 31 de diciembre tengo 110, quiere decir que he tenido que ganar y declarar en mi IRPF 15 para poder vivir de 5 y aumentar 10 en forma de ahorro, inversiones, inmuebles, etc. Si sólo he ganado 15 y resulta que me he comprado un cochazo de 20, un barquito de 10 y un chalet por un neto de 40 (precio de compra 100-60 de préstamo, por ejemplo), pues o me ha tocado la lotería o he de justificar razonablemente ante la Agencia Tributaria el origen del dinero con el que he comprado todos esos bienes.
Es decir, que más que un impuesto recaudatorio es una declaración de control. Y por eso me parece importante mantenerla. El ejemplo es muy parco, pero creo que se ve perfectamente el objetivo que en su día perseguían sus impulsores.
Con buen criterio, algún lector me dirá que las “grandes fortunas” disponen de medios para ocultar estos posibles tejemanejes y para ello constituyen sociedades patrimoniales y ponen a su nombre el chalet de Baqueira, el apartamento en La Toja y la lancha motora. Bien. Vale. Esa sociedad estará sujeta al Impuesto de Sociedades y, como tal, deberá de declarar sus beneficios o plusvalías en las ventas o gestiones del patrimonio. Y además, como cualquier otra sociedad, deberá de cumplir los requisitos habituales impuestos a las mercantiles: controles, auditorías, inspecciones, publicación de cuentas en el registro, etc. Y al final, por larga que sea la escalera o la pirámide, seguro que hay una persona física que posee una o varias sociedades, cuyo valor anual en función del balance al cierre del ejercicio también se declara en el I.P.En mi opinión, es un instrumento apto para “cuadrar” las cuentas anuales de los ciudadanos con el fisco. Así que para no fenecer con el corazón partido, propongo una solución intermedia: dejar el impuesto como una simple declaración anexa a la renta, sin que devengue cuota impositiva.
Por Magdalena González
Cuando los dos partidos políticos mayoritarios se han puesto de acuerdo para eliminar el Impuesto sobre el Patrimonio, no he podido evitar acordarme de la famosa canción de Alejandro Sanz sobre el "corasón partío".
Siempre es una buena noticia para todos que se eliminen impuestos. Una parte de mi, se alegra. Sobre todo teniendo en cuenta el destino que nuestros dineros tienen últimamente. Como dice mi compañero de blog, estamos ahítos del abuso del tesoro público que hacen los partidos institucionales.
Pero otra parte lamenta que sea precisamente el Impuesto sobre el Patrimonio el que prometan suprimir.
Me explico. Cuando se creó este impuesto, con la primeras reformas fiscales de la democracia, se hizo para controlar los posibles dineros fraudulentos de los ciudadanos. La cuenta es fácil. Si parto de un patrimonio de 100 a 1 de enero y resulta que a 31 de diciembre tengo 110, quiere decir que he tenido que ganar y declarar en mi IRPF 15 para poder vivir de 5 y aumentar 10 en forma de ahorro, inversiones, inmuebles, etc. Si sólo he ganado 15 y resulta que me he comprado un cochazo de 20, un barquito de 10 y un chalet por un neto de 40 (precio de compra 100-60 de préstamo, por ejemplo), pues o me ha tocado la lotería o he de justificar razonablemente ante la Agencia Tributaria el origen del dinero con el que he comprado todos esos bienes.
Es decir, que más que un impuesto recaudatorio es una declaración de control. Y por eso me parece importante mantenerla. El ejemplo es muy parco, pero creo que se ve perfectamente el objetivo que en su día perseguían sus impulsores.
Con buen criterio, algún lector me dirá que las “grandes fortunas” disponen de medios para ocultar estos posibles tejemanejes y para ello constituyen sociedades patrimoniales y ponen a su nombre el chalet de Baqueira, el apartamento en La Toja y la lancha motora. Bien. Vale. Esa sociedad estará sujeta al Impuesto de Sociedades y, como tal, deberá de declarar sus beneficios o plusvalías en las ventas o gestiones del patrimonio. Y además, como cualquier otra sociedad, deberá de cumplir los requisitos habituales impuestos a las mercantiles: controles, auditorías, inspecciones, publicación de cuentas en el registro, etc. Y al final, por larga que sea la escalera o la pirámide, seguro que hay una persona física que posee una o varias sociedades, cuyo valor anual en función del balance al cierre del ejercicio también se declara en el I.P.En mi opinión, es un instrumento apto para “cuadrar” las cuentas anuales de los ciudadanos con el fisco. Así que para no fenecer con el corazón partido, propongo una solución intermedia: dejar el impuesto como una simple declaración anexa a la renta, sin que devengue cuota impositiva.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)