sábado, 11 de abril de 2009

Justo en dirección contraria

Justo en dirección contraria.

El Gobierno anuncia un cambio en la ley concursal.

Esa noticia parece buena. El gobierno tiene idea de hacer lo que su palabra indica, gobernar. Ahora bien ¿que cambios habrían de hacerse?.

Las entidades financieras han dicho que los acuerdos de refinanciación no pueden ser retrotraídos o no harán una sola, los sindicatos que los EREs deben de ser mas rápidos y con mas pasta para los trabajadores. Los empresarios (se supone proveedores y acreedores) dicen que no les va a quedar nada y que serán los paganos de la historia.

En resumidas cuentas la Administración cobra, la Seguridad .Social cobra, los trabajadores cobran, antes y más, los bancos y cajas cobran, porque lo tienen todo trincao, los interventores faltaría más, los abogados casi fijo. Los que cobran “ya se verá” son los proveedores y acreedores. De los accionistas a estas alturas ni hablamos.

Si salimos de esta (yo soy de los que creen que si) habrá que dar curro a seis millones de trabajadores y para hacerlo solo hay dos caminos, o los puestos de trabajo los generan las empresas o lo hace el estado (tipo Cuba) y descartando el segundo supuesto, si nos hemos cargado el tejido empresarial y vacunado contra cualquier desarrollo a todas las pymes y sus empujadores natos (los autónomos) vamos a vérnoslas y deseárnoslas.

O sea que el cambio que hay que hacer es para dar igualdad de acción a todos los participantes en algo tan accidental y habitual como un concurso, en los tiempos que corren.

La Administración y la Seguridad Social no tienen que tener derecho de pernada porque ya tienen suficientes medios para actuar. Con todos los ordenadores, legislación y funcionarios tienen una poderosísima capacidad para defenderse.

Las Entidades Financieras tienen la sartén por el mango para ejecutar las garantías y la información para actuar antes que nadie, no creo que dejen de refinanciar por ello.

Los trabajadores ya no son aquellos desgraciados que eran aplastados por la bota empresarial, tengo la sensación que con depresiones, acosos, legislaciones insólitas, convenios imposibles y tribunales de parte, son más poderosos que las empresas.

Y si los proveedores y acreedores de a pie no cobran nada, concursarán a su vez y si los autónomos-empresarios-accionistas no reciben nada (en ningún caso) no concursarán nunca más, pues no serán tan idiotas de crear empresas otra vez.

Si no hay empresas, no hay riqueza que repartir y eso del gasto social se va a la porra. Exagerando la nota, el cambio tiene que ser como dicen en mi pueblo, a prorrata-porción.


Leonardo Ríos Zumel

miércoles, 1 de abril de 2009

TIEMPOS FELICES

62.000 NUEVOS EMPLEOS ¿DÓNDE ESTÁN?

El Sr. Solbes dijo hace unos días que la inyección de los 8000 millones de euros a los Ayuntamientos, ha empezado a dar sus frutos: 50.000 puestos de trabajo. Posteriormente otro miembro del ejecutivo, le corrigió y dijo que eran 62.000.
Que el gobierno está en las nubes ya lo sabíamos. Que nos miente y engaña, también. Pero tamaña falacia, es realmente increíble. Digo, que igual,se están refiriendo a los empleos que quedan en el mundo de la construcción. Vamos, los que no se han visto afectados por E.R.E. ( s) o que sobreviven día a día por la tenacidad de su empresario que ha hecho suya la frase de “antes muerto que concursado”.
Les propongo un ejercicio muy simple: saber a quiénes se les van a contratar las famosas obras que tan alegremente vamos a financiar todos los ciudadanos.
Es del dominio público que el sector está muy mal. Y estamos hablando de un gremio formado mayoritariamente por autónomos y pequeños empresarios. Cuando las cosas van mal, lo primero que se deja de pagar son los impuestos y los seguros sociales. Luego, si los clientes no pagan, si no se vende ni contrata y si no hay ni crédito ni descuento, inevitablemente, el concurso de acreedores. Vale. Tenemos a la empresa PLIN que no paga el IVA, ni las retenciones de los trabajadores, ni la seguridad social; que no cobra de sus clientes, que no obtiene crédito y que ha tenido que despedir al ochenta por ciento de su plantilla.
Y va y el Ayuntamiento de Cascajuelos de Abajo decide pintar las farolas, hacer una rotonda y retejar el polideportivo con esos milloncejos que les caen del cielo. Saca a concurso la obra y la empresa PLIN decide acudir, a ver si sobrevive un día más. Pero claro, con su historial de deudas es difícil de que cumpla el pliego de condiciones. Supongamos que - amiguetes por aquí, amiguetes por allá – se le adjudican las obras. Y el Ayuntamiento, claro, paga contra certificación de obra, es decir, cuando el grado de avance sea el que se haya previsto en el pliego de condiciones, después de que el técnico la haya visto, dé su visto bueno y mandado el papeleo a los departamentos correspondientes para realizar el pago … a 30 días.
Y digo yo. La empresa PLIN mientras tanto, ha de contratar personal, ha de alquilar maquinaria y ha de comprar material. Sin crédito bancario y sin crédito de proveedores ¿cómo lo hace?
Vamos, que verdes las han segado. Que este plan servirá como mucho para dar un poco de vidilla a los escasos trabajadores que quedan todavía capaces de pintar farolas, hacer rotondas y arreglar tejados. Que pocos o ningún empresario, por pequeño que sea, o ningún autónomo (los que puedan, claro) se va a meter en un fregado de destinar sus últimos recursos en esta aventura, que no están los tiempos para fantasías y que harto mal lo están pasado desde hace ya año y medio.
Así pues, serán los Ferroviales de turno –suponiendo que anden limpios de deudas con los organismos públicos- los que podrán concursar para hacer una realidad este maravilloso regalo que todos los españoles vamos a hacer a los Ayuntamientos.
Me han seguido ¿verdad? ¿Dónde ven ustedes los 62.000 NUEVOS puestos de trabajo?

Magdalena González.

miércoles, 25 de marzo de 2009

NUESTRO PARO EN EL MUNDO


Señoras y señores. Una preguntita: díganme, por favor, el nombre de 160 países. Así, como de carrerilla. Ni siquiera les pido el país y su capital. No sólo 160 nombres de estados soberanos reconocidos por la comunidad internacional.
Yo he intentado hacer este ejercicio y no he podido. Ya acordarme de los 27 de la Unión Europea, me cuesta. Y no digo recitar los 52 estados americanos.
Según la publicación “Doing Business” del Banco Mundial, España ocupa el puesto 160 del mundo en cuanto a la facilidad de emplear, contratar y despedir a trabajadores, y también el 140 en cuanto a la facilidad para la creación de empresas.
Da igual el nombre de los 160 países que recuerde. Detrás, vamos nosotros. El dato figura en el número 2641 de la revista Actualidad Económica y se refiere al año 2008. Ignoro los parámetros por los que el Banco Mundial nos coloca en un puesto tan malo, pero seguro que para este 2009 no mejoraremos nuestra posición en el ránking. Damos por válido el hecho de que la recesión y la crisis financiera es de ámbito mundial. Pero en otros países la tasa de paro es notablemente inferior a la nuestra. Y eso no es más que el resultado de una política social coherente en la que las partes implicadas –gobiernos, empresarios y sindicatos- trabajan para controlar que las cifras del desempleo no desbaraten la economía nacional. La variedad de contratos, la libertad de negociación entre empresarios y trabajadores, la edad de jubilación … y sobre todo la adecuación y renovación de las medidas de fomento al empleo, son los responsables de que las tasas de paro sean tan bajas.
Mientras tanto, en España, gozamos de una legislación estricta sobre horarios, una intervención estatal para la contratación, no tenemos ninguna política de recolocación, jubilamos alegremente a partir de los 45 años y cargamos el coste del despido en el último empresario empleador. Vamos, todo facilidades.
Yo no sé ustedes, pero tengo amigos y conocidos empresarios. Unos con más responsabilidades, otros con menos. En casi todos los sectores: desde el mundo inmobiliario y de la construcción, hasta en la hostelería. Todos con problemas. Los más, enojados consigo mismos por tener de despedir a su personal. Preguntándose qué es lo que han hecho mal. Culpabilizándose de no haber sido capaces de “ver” lo que se les venía encima. Y sobre todo, convencidos de que, si sobreviven a esta crisis, JAMÁS volverán a contratar personal de una forma tan alegre como en los últimos años. Es un clamor unánime. Desde el montador de armarios empotrados, hasta el arquitecto: lo que puedan llevar ellos y su familia. Si el trabajo aumenta y necesitan contratar personal, lo dejarán. No volverán a caer otra vez en el mismo error. No saben en qué se han equivocado, pero lo cierto es que la sociedad entera les vuelve la espalda. Son los malos de la película. Son esos indeseables empresarios que han esclavizado a sus empleados. Son esos que han reinvertido sus beneficios en el propio negocio (una nave más grande, una máquina más rápida, un ordenador más moderno) y que han prestado su prestigio y, muchas veces, su aval personal para seguir en la brecha y poder hacer frente a esa demanda exorbitada que se originó con el boom económico.
No nos engañemos. Si no impulsamos un cambio estructural en el mercado de trabajo, estaremos todavía en peores puestos que en los que hoy nos coloca el Banco Mundial. Se oye, se dice, que hacen falta unos nuevos “pactos de La Moncloa”. Ya llegamos tarde …

Magdalena González.